jueves, 28 de diciembre de 2006

DIOS ES BASTANTE PROBABLE

Una curiosa casualidad


Dios es bastante probable

http://www.abc.es/20061228/sociedad-ciencia/dios-bastante-probable_200612280302.html

RAMIRO VILLAPADIERNA
BERLIN. En el mundo postmoderno parece lógico que Dios no exista, creencia ésta tan poco científica como su contraria y, en el último siglo, no menos defendida por ansiosos apóstoles. Pero su posibilidad tendría las mismas probabilidades: un 50% ¿O no? Un mensual científico lo ha confrontado libremente con el viejo Teorema de Bayes y afirma que Dios cuenta con bastantes más probabilidades de ser que de no ser, algo que por estas fechas adventicias puede resultar bastante tranquilizador.
Retomando una disquisición de siglos y ante la que el físico, matemático y jugador Blaise Pascal concluyó que, a igual probabilidad con Dios, «hay que apostar, y aquí no se libra nadie», el subdirector de PM Magazin y ex director de Technological Review ha dividido la posibilidad de Dios en varios ámbitos y ha aplicado una reputada fórmula con 250 años. Ésta, fijada en el XVIII por el matemático inglés Thomas Bayes, permite calcular la probabilidad de un suceso condicionado por la ocurrencia de otro, cuando el universo puede ser particionado en dos o más partes, según la idea de que «efecto posterior» = probabilidad por probabilidad marginal, dividido por la constante normalizada.
Las aportaciones de Bayes al problema de la determinación de la probabilidad de las causas por los efectos observados constituye la base de la «técnica bayesiana» de la que es acreedora hoy toda la estadística. Si Dios existe o no es una dicotomía radical, al igual que tampoco puede ser infinito a medias. Dado que tanto creencia como incredulidad son inexplicable cuestión de fe, la «teoría de la decisión» como rama de la «teoría de los juegos» no busca convencer sino mostrar que la estrategia de juego del creyente «no tendría nada que perder» pues el +1 ó -1 de acertar con Dios suma igualmente infinito frente a la eternidad, que para el negador sería «pérdida inifinita».
El divulgador científico vienés Thomas Vasek, apoyado en la obra del físico Stephen D. Unwin «Probabilidades de la existencia de Dios», establece que Dios, y su no ser, parten con un 50%, que es igual que «no saber nada» y divide el universo de estudio en cinco ámbitos: 1) «la creación del cosmos» concluye a favor de Dios, elevando su tanteo al 67%, pues todo sumado es «algo más posible» que el cosmos fuese creado, pues toda la ciencia conocida impide pensar que «algo surja de nada». 2) «el orden del cosmos» también juega a su favor, pues un estudio de sus condiciones físicas muestran «un universo tan improbable» que, si variaran un ápice, colapsaría; esto no sucede y deja a Dios muy bien, con un 80% de probabilidades.
Crece la probabilidad
La «evolución de la vida» (3) en todos sus indicios logra igualar la posibilidad de una autogestión con la de que ésta fuese creada, empatando y sin mover el resultado. Pero la «existencia del bien y el mal» (4) asesta claramente un correctivo a Dios, rebajando su existencia a un 45% pues, aunque el reconocimiento universal del bien aboga por la preexistencia de un Bien mayúsculo, la abundancia y calidad del mal la contradice seriamente. 5) Con las «experiencias espirituales» es el hombre el que, paradójicamente, parece salvar la estadística de Dios, al demostrar una riqueza de 2.500 años de trato humano con la trascendencia y sus frutos en todos los ámbitos, dando a Dios una ventaja final de un 62%.
Aunque ello rebaja un 5% el resultado obtenido por Unwin en 2005, supera al 50/50 del apostador Pascal, quien adujo en el siglo XVII que, aunque lo razonable entre dos cosas igualmente posibles es la duda, un análisis de amplio espectro puede concluir que «quien cree y lleva una vida conforme» tiene todo por ganar, exista o no vida después, y nada que perder en un «juego de suma cero»; esto es lo contrario de lo que sucedería al que no cree, su propia ética quedaría limitada y hasta estudios de salud pública revelan que «los creyentes viven más pues llevan una vida más positiva».
El propio Locke abogaba en tiempos de Bayes por la apertura a todas las creencias en «Letter Concerning Toleration», exceptuando sólo a los ateos: si éstos no pueden fiarse ni confíar, no merecerían ellos mismos y su compromiso la fe de otros. Un «suma cero» demuestra que, reglas como «la de oro» de «haz como quieras que te sea hecho», gana siempre por superioridad a la maxima de «haz como si tú fueras la ley», del satanista Aleister Crowley.
Lo exaustivo del intento de Vasek obvia cuestiones cruzadas como si es más o menos probable un cosmos, creado por Dios pero con mal, aunque con libertad, o surgido de la nada y con bien pero sin libertad, etc. Un último siglo no caracterizado justo por el contacto humano con lo trascendente, y tal vez el más espantoso de la historia, plantea que el fanatismo no es patrimonio exclusivo del creyente, lo que tiene a parte de la sociedad regresando con preguntas olvidadas y al ateísmo activo en cruzada con libros y autores como Richard Dawkins y su «God Delusion» o en España «De Dios a la nada» de Sadaba, entre otros. Pero José Antonio Marina, que dio una réplica razonada al Bertrand Russell de «Porqué no soy cristiano», admite en su «Dictamen de Dios» que «el acta de defunción de las religiones fue precipitado». Vasek concluye que si «la razón no puede decirnos nada seguro de Dios, si en cambio parece razonable contar con él».

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